La observó hacer esas cosas que los mortales consideraban estéticas y dignas de buena higiene. No entendía cómo, en su condición de maga, no ocupaba sus poderes para encargarse de todo en un abrir y cerrar de ojos. Quizás las costumbres de un mundo cambiante habían calado en ella más que en él. Con todo, alcanzó a decir. — Dicen que los... ataúdes ahora son más cómodos. Me dan curiosidad. Ahora los llaman... "camas", ¿no es así?
— ¿Y qué tiene de malo? He oído que mientras más, mejor. — Volvió a girar a su alrededor. Tener una vista de la hechicera durante la mañana, cuando se supone que está más vulnerable, es ... interesante.
—Se ajustó la bata, y se dirigió al pequeño lavabo que estaba cerca del baño, y se lavó la cara con movimientos suaves, quitándose de encima toda pizca de maquillaje, liberando su piel de su yugo. Cuando terminó, se secó la cara con lo primero que encontró, y su rostro se apreciaba más suave sin ese delineado, pero sobre todo, sin esos labios rojos que imperaban; parecía incluso que sus ojos azules brillaban más con su cara en estado natural.— Querido, no me imagino qué podrías hacer con dinero. —dijo, riéndose con ligereza.—
La observó hacer esas cosas que los mortales consideraban estéticas y dignas de buena higiene. No entendía cómo, en su condición de maga, no ocupaba sus poderes para encargarse de todo en un abrir y cerrar de ojos. Quizás las costumbres de un mundo cambiante habían calado en ella más que en él. Con todo, alcanzó a decir. — Dicen que los... ataúdes ahora son más cómodos. Me dan curiosidad. Ahora los llaman... "camas", ¿no es así?
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