Tʜᴇ Nᴜɴ — Mi nombre es María, la hija del Creador, portadora de fe, la que su misión es limpiar el pecado del mundo. Yo soy María, la más pura ante los ojos del Creador.
Tʜᴇ Nᴜɴ — A veces me pregunto si aún vale la pena ser quien promueva la fe en este mundo. Me cuestiono si vale la pena seguir haciendo está misión o si debería sucumbir por fin a la muerte.
Pero su rostro se levantó. Aún recordaba la apariencia divina de aquel ser. Una señal divina de Dios. Una forma de recordarle que el mundo espiritual la mantenía bendecida.
— Sabía que tendrías una misión importante, como yo. —
La voz masculina capturó su atención y giró el rostro para mirarlo. Sonrió un poco.
— Querido Ofiuco. Al parecer tus ojos serán más benditos aún. Elegido nuevamente por Dios como yo para mirar está señal. —
Tʜᴇ Nᴜɴ — Aquí el dilema: ¿Qué debería hacer con los pecadores que ya no atendí en mi retiro? ¿Debería llamarlos nuevamente o ellos deberían buscar la iluminación? —
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