ᴸᶤᵉ ČᵉʳᶰýLa diabla; título 0.
[med][center]prólogo; sh, sólo escucha. [/center][/med]
❛❛ el siguiente escrito es meramente introductorio a la vida de la asesina de la felicidad, cualquier efecto nocivo que pueda tener es debido al veneno de la tristeza impregnado en sus letras. ❜❜
Pon atención.
Estoy segura de que si Simone se hubiera percatado de que la vida no es una fiesta de confeti quizás no se encontraría en esa situación. Oh, Mone, pobre Mone.
El minutero del reloj parecía un ruido infernal con el único propósito de enfadarla, si, y sacarla quizás un poquito de su juicio para que despabilara su aletargamiento matutino. El minutero no tenía la culpa, para nada, si no ella, que había olvidado recordar las pequeñas gotas de LSD consumidas en el desayuno.
Tic, tac, Mone, el ácido está a punto de explotarte.
Corría el dos mil diecisiete en las calles de Brasil, una Mone de dieciséis abre la puerta a sus recuerdos más oscuros y los motivos palpables por los que Dios, el benevolente y nada castigador, tomó la decisión de orillarla a recibir protección.
Ahora se encuentra en la orilla de las favelas, subiendo la escalinata de algún callejoncito hasta la casa azul donde un pájaro carpintero le anuncia a los consumidores de drogas que ahí se puede encontrar buena mercancía. Afuera de su mente, donde Mone está sentada en el sillón de la sala dibujando en silencio, presa del efecto alucinógeno del ácido, los colores y ondas explotan en su periferia y notifican el inicio de su viaje, desearía que fuera más astral pero Mone no quiere indagar tanto en el pasado.
Joia, una chiquilla de dinero.— Claro que el traficante lo dice porque se ha encontrado con una castaña de ojos azules/grisáceos al momento de abrir la puerta y Mone le ha echado esa miradilla de asco seguido de una sonrisa. Para todos es fácil decir que un güero tiene dinero, cuando no es así, Mone vivía cerca de las Favelas en una casa de lámina a punto de derrumbarse. Tomo un espacio para explicarles que, Joia lo interpretaremos como "genial" en esta ocasión. — ¿Qué quieres? ¿Perico, cuadros, tachas, piedra, marihuana?
Mone se recargó en el marco de la puerta ¿Qué iba a consumir aquél día? Y repasó el menú de drogas en su cabeza. ¿Piedra? Jamás, pudría el cerebro y los dientes, tachas, si, tachas. Éxtasis del mejor.
Métete que no te voy a dar la merca así, escuincla ¿Cuántos años tienes? — Ahí fue donde estoy segura de que Mone hubiera agradecido saber lo que estaba a punto de sucederle, una cosa es consumir drogas pero, la grieta que abrió su destino oscurecería el resto de su alma.
Qué te importa, esto no es flirteo, solo véndeme y ya. — Lamentablemente ya estaba dentro y su depredador la observaba del culo para arriba. Al parecer la actitud nefasta de Mone hirió su orgullo porque ¿Quién no quería ser novia de un sucio traficante de drogas? Te pagan la lipo, los senos y la merca. Debió pensarlo antes de abrir la bocaza.
La mano gigantesca de aquel hombre se enredó en su cabellera y la jaló contra su cuerpo para que sintiera, creo yo, el bulto en su pantalón
A lo mejor te enseño a ser más agradecida, güerita.— Le dijo en el oído y Mone sólo apretó más los ojos con ascos en la garganta. Ya no dijo más porque estaba aceptando su destino, una mujercita de uno sesenta contra un mastodonte de uno ochenta ¿Juegas? jamás le iba a ganar.
No quiero estropearles el apetito describiendo la escena pero si debes saber que, Mone volvió a su casa con un paquete de cocaína, los muslos rozados y la ropa rota, su virginidad marchita y un silencio que le duraría dos años exactos, cuando cumpliera dieciocho.
Afuera de su mente, mi Mone lloraba desconsolada, el trip de ácidos podía ser doloroso y a la vez sanador, ella dejó correr su mente para ver si ésta vez se podía aliviar.
Toc toc, sus nudillos tocaron la puerta de la casa azul con el pájaro carpintero, casi desvanecido. Mone lucía diferente, más alta, más fría y más loca. Llevaba el cabello largo hecho rastas en algunas partes, algunos tatuajes en las manos y muchos aretes en las orejas. Escondía en la orilla de su pantalón una pistola, cortesía de los Guzmán, un cartelillo nuevo que reinaba las calles de la favela de San Nicolás desde el año dos mil dieciocho. Luego de que el hijo menor de Fabio Guzmán, el jefe, la intentara violar y Mone le rompiera el cráneo con una piedra hasta que estuvo llena de sus sesos y sangre, Fabio la hizo jurar que sería parte del cartel para saldar su deuda o de lo contrario la mataría a ella y a su madre. Le dio casa, dinero, trabajo y la oportunidad de vengarse, ella había aprovechado y ahora tenía su tienda de tatuajes en el centro, pero se había quedado sin madre ese mismo año; los chicos de Fabio llegaban con ella para hacerse piezas de todo tipo, ella los tatuaba y ofrecía espacio para que vendieran.
Lo feo había pasado ese día, cuando después de un año Fabio le admitía que disparaba como francotirador profesional y que estaba lista para hacer lo suyo, matar. "Tienes una cara de cabra loca, siendo justos, es un honor que mataras a José" se refería a su hijo, que después se enteró que no era de sangre, y su mujer le ponía el cuerno con uno de sus sicarios, a quien habían enterrado un par de meses atrás en el jardín del patio para que su esposa bebiera té sobre el cadáver cada que lo extrañara, o eso había dicho.
La puerta de la casita se abrió y un hombre gordo y sucio la recibió. Su cara demostró la sorpresa que asaltaba su mente de un segundo a otro, y luego el temor le hizo temblar la barbilla, ¡Corre! le hubiera gritado yo, sin embargo Mone fue rápida y sacó la pistola que chocó contra la panza grasienta del sujeto y disparó. Luego otra detonación trajo un llanto infantil de adentro de la casa y una mujer con su hijo se descubrieron en la cocina. Un disparo más y Mone se ganó la cicatriz que tiene en el hombro, la mujer no era estúpida ni mucho menos manca, había tomado una pistola de su esposo y le había disparado de regreso a la castaña, lástima, Mone le disparó y cayó al suelo con un agujero entre las cejas, el cerdo y su esposa morían lentamente en la casita azul, mientras su legado se escapaba en manos de Simone, le llevaba el niño a Fabio, a lo mejor pagaba su deuda.
¿Y qué crees que aquí somos carida'? — Fabio la regañaba como si fuera su propia hija, tenía al bebé en sus manos y lo pasaba a manos de Rosa, su esposa.
Ay pero, Fabio, míralo no'más, tiene los ojitos de José y hace esa cosa que haces tu con los labios, es una beleza, si no se queda te juro que me voy, así me mates. — Lo hablaban como si se tratara de un perro, pero Mone ni chistó ¿Para qué?
Ah ya, ya, con ustedes carajo, no sé para qué me preguntan pues. — Terminó aceptando Fabio, dando un ligero golpecito al brazo de Simone, que se rió como chiquilla antes de irse.
Y así, mi estimado, Simone se dedica hasta hoy, dos mil veinte, al tráfico de personas, armas, drogas y poco a poco introduciéndose en el proxenetismo.
En ese preciso momento la puerta del departamento se abre y entra Ivan para recogerla, el vuelo a Alemania los espera, el mercado del libertinaje inconsciente también. Interrumpe su trip para hacer las maletas.
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