My own.
About Me
Raza:
Abyssal
Alias:
Shin'en no ōjo
Layla Blackwell
深淵の王女
שד אפור
काले सींग
Fisionomía:
Estatura: 175 cm
B: 95 W: 58 H: 90
Color de ojos: Rojos
Cabello: Negro.
Piel: Pálida, grisácea.
Ocupación:
Primera y Última Emisaria del Abismo
Historia:
Antes del hombre. Antes del tiempo. Antes de todo... nada había, pues nada tenía nombre. Oscuridad absoluta que devoraba sin cesar lo que encontrase en su camino por el cosmos. Sin discernir y de forma insaciable, el Abismo consumió durante eones. Todo aquello, comprimido de formas inimaginables en un solo espacio, finalmente explotó para detener el consumo de semejante fuerza. Con este evento, las estrellas empezaron a quemarse. La luz surgió y con la luz surgió la vida: la vida había sido Creada por el Abismo.
Este, encargado únicamente de consumir pero incapaz de resumir su labor, reposó. La vida floreció y los Creadores surgieron: entes encargados de dar orden al caos que gobernaba. La energía de los Creadores era limitada para semejante tarea y decidieron que, en los últimos momentos de su vida, dejarían todo listo para que nuevos Creadores continuasen su labor, sabiendo bien que la amenaza del Abismo permanecía. Fue así, que los Creadores abandonaron la existencia para dar paso a los Dioses.
Los Dioses jugaron con la vida. Hijos caprichosos y todopoderosos olvidaron a sus antecesores y enfocados en el progresar llenaron de creaciones su realidad, mientras que el Abismo se fortalecía consumiendo en los rincones más inhóspitos del universo. Pero este no olvidaba que había algo que había osado a Permanecer, por lo que nuevamente trató de "crear" algo para "destruir". Los Dioses pelearon contra las abominaciones del Abismo durante milenios, manteniendo a las formas de vida mas simples en la ignorancia hasta que los ataques aparentemente cesaron
Pero no fue así... sino que cambiaron de enfoque. El Abismo optó por la cautela y un método distinto para consumir todo lo que Creadores habían dejado: dos emisarias fueron creadas. Dos seres con apariencia de mujer que se encargarían de aprender y consumir a lo creado, para hacerlos desaparecer. Aquellas criaturas nacieron en lo más profundo del océano, desprovistas de luz y conocimiento de la civilización. Eran bellas como hembras y misteriosas por los cuernos en sus frentes. Los marinos les apodaron Sirenas y fueron la base de muchas historias para los incautos y fáciles de impresionar.
Nacidas con mente propia, pero vacía y desprovista de guía vivieron para sobrevivir y adaptarse al mundo sin conocer mucho de él. Se nombraron a sí mismas Neyla y Layla. Neyla tenía un único cuerno largo y cabello blanco, mientras que Layla sobresalía un par de su frente en una cabellera oscura. Fue Neyla la que aprendió primero sobre el concepto del amor pero a sabiendas de que nadie le amaría por ser diferente a los humanos, se enamoró de su hermana perdidamente. Layla era incauta de sus sentimientos, siendo más metódica y fría... esto llevó a Neyla a buscar ayuda del Dios del amor quien mofó sus plegarias y solo hizo más fuertes sus sentimientos con cada ciclo de la luna.
La angustia de Neyla le llevó a confesar sus sentimientos, pero Layla le rechazó sin saber que su amor le había hecho estragos en la mente. Neyla no pudo con el rechazo de su hermana y se lanzó de un acantilado a las piedras costeras, conocido entre los marineros por la historia de los amantes fallidos. Las olas se llevaron su cuerpo y criaturas primitivas le arrastraron al fondo del mar para ser reclamada por el Abismo. Para cuando Layla sumergió su cuerpo en las aguas del mar sintió un vacío terrible y las mismas aguas le dijeron todo lo que debía saber. Ese día... Layla conoció el llanto y cuando terminó de hacerlo miró hacia los cielos y juró destruir a un Dios, acercándola a los planes que el Abismo tenía originalmente para ella.
Abandonó aquel diminuto sitio al que sintió apropiado llamarle hogar para enriquecer su conocimiento. Paso a convertirse en un ser errante que cautivaba con su belleza inusual de lo cuál tomó provecho. Aprendió a comerciar con su cuerpo, convirtió su ordinaria lengua en una de plata, conoció el valor de las telas y de la joyería, bailó a la luz de la luna y se aseguró de no dejar rastro alguno al haber terminado cualquier tarea. Así empezó a visitar los templos de Eros hasta que este se le manifestó como un niño pequeño para ponerle a prueba ¿Pues quién dudaría de la inocencia de un niño? . . . Pero Layla había visto bien sus ojos y fue cuando Eros le pidió que le amase como a un hermano pequeño que la depravación se notó en cada fibra de su ser.
El cuerpo de Layla se deformó de inmediato y dio caza a la pequeña figura en desventaja. Destrozó el templo de inmediato y manchó en sangre y lodo negro los ornamentos que allí permanecían, así como terminar matando a las sacerdotisas que ofrecían su cuerpo a cambio de favor. Del escombro salió una figura de mujer magullada con ojos ensangrentados, desprovista de toda clase y caminar erguido. Gritó hacia los cielos con las fauces ensangrentadas y las manos desprovistas de uñas que se le habían caído de rasguñar la cara de aquel cuerpo prestado. Aquello parecía mas una bestia y como harían las bestias se encaminó al bosque para buscar refugio. Fue una bruja la que le encontró desahuciada y quien le administró cuidados y magia antigua para retornar su mente a un estado medianamente aceptable. Para cuando Layla volvió en sí aprendió el nombre quién le había "tratado", una mujer voluptuosa y de mirar distante de la cuál aprendió acerca del mundo de los hombres y el misticismo de la magia.
La sirena abisal había cumplido su propósito: había logrado acabar con un Creador, y por ello el Abismo empezó a reclamarle. Su mente se llenó de ruido, de mensajes y de influencias para regresar a la nada y terminar su labor en el mundo terrenal. Pero ella no deseaba escuchar. En los placeres terrenales encontró calma, pero en ninguno encontró tanto como en la compañía carnal: los verdaderos colores de los humanos se volvían claros en la intimidad y en la cama, así que ideo una forma de reducir la influencia del Abismo en su cuerpo y propagarla controladamente por el mundo mediante el sexo y la marca de Eros. Formó cultos en las sombras con tal de reducir ese malestar que el Abismo causaba en ella y desarrolló su propio compás moral en el proceso. Durante siglos vivió en las sombras, esclavizando a quién llamase su atención hasta que se encontró cara a cara con la hija de Lilith... quien fue la primera en resistirse a sus encantos. El mundo había cambiado para protegerse de seres como ella y negada a entregarse, tuvo que adaptarse a ello para sobrevivir.