About Me
#TheHomeless
Ella recuerda cada uno de los cuerpos en los que ha caído por casualidad desde que inició su maldición. Desde que miró a los ojos de sus asesinos y con toda la rabia que cabía en su corazón les juró encontrarlos. La habían desmantelado por completo, sus extremidades las habían separado una por una, jugaron con cada centímetro de ella y la dejaron morir desangrada. Fueron segundos suficientes para comenzar todo, para inyectar toda su magia en una palabra: volver.
No podría olvidar esas caras, tampoco su verdadero nombre. Algunas veces lo pronunciaba en las noches para recordárselo, temerosa de perderse a si misma. Poco a poco olvidaba lo que se sentía ser esa poderosa bruja de esbelto cuerpo, largo cabello negro y piel morena, cada vez era distinta.
El destino estaba en contra de lo que había hecho para sobrevivir. Su alma no debía permanecer en ese mundo, entonces la necesidad del balance natural la hacia morir. Pero cuando un recipiente quedaba inútil, su alma saltaba a otro. ¿Qué pasaba con el verdadero dueño de ese cuerpo? Ni idea. Ellos no volvían.
Un día despertó. Abrió los ojos y lo primero que vió sobre ella fue un puente. Olía pésimo, y tenía hambre. Un escalofrío le indicó que era temporada de frío en ese momento. Se levantó despacio y sintió algo inusual entre sus piernas. Había vuelto como hombre.
— Oh no ...
La conciencia de ese rasgo la hizo notar algo más. Picaba, esa zona ardía demasiado. Al parecer ese padecimiento estaba afectando ese cuerpo de otras formas, pues tenía fiebre. Se abrió los pantalones despacio y cada movimiento dolía. Cuando espió dentro palideció.
— ¡NO PUEDE SE-!
Fue la vida más miserable que suplantó. No podía concentrarse en nada, ni siquiera en buscar a sus asesinos. Estaba segura que había hecho un favor al dueño de ese cuerpo en sacar su alma de ahí. Afortunadamente a ese cuerpo no le quedaba demasiado tiempo, murió a los pocos días por lo débil que se encontraba. Sin comida, agua o techo nunca había tenido oportunidad. Vivió esa muerte lenta y dolorosa sin dejar de compadecer a ese hombre. Con el alivio de que ya estaba muerto, y ese cuerpo también.
Su alma brincó a un perro callejero cercano a ese ser, y estuvo segura que ese animal tenía mejor vida que ese pobre infeliz. Se puso en sus cuatro patas y echó a correr.