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Indra ValcrossY llegó el gran día. Máximo, el Rey de Iscandar, le había pedido matrimonio hace un tiempo atrás. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, casarse significaba algo más importante de lo que había dimensionado, ya que no solo lo unía legalmente a una persona, sino que, en su caso, lo volvía rey. Como hijo de la Emperatriz de Eirween ya sabía lo que cumplir con un puesto real significaba, pero era completamente diferente el haber sido un muchacho caprichoso y adinerado, con la desfachatez de hacer lo que se le plantaba en gana, a ser adulto rey, lleno de responsabilidades para las que no estaba seguro de estar listo. Suspiró. No era momento de pensar en ello, había asuntos más importantes... Verse bien era uno de ellos.
Con el cuello bien estirado y las manos abiertas, Indra Schwarzer se dejaba atender. Sus uñas habían sido perfectamente limadas y pulidas, su cabello no podía lucir más sedoso, era una cascada de plata líquida. Si alguna vez tuvo alguna mínima imperfección en el rostro, ya había sido cubierta por finos polvos de maquillar. Su vestuario era impecable, de un inmaculado blanco, reflejando la falsa pureza que deseaba aparentar. Su prometido usaría su traje militar, él por su parte vestía un traje de novio "convencional", si se le podía llamar así a la finísima tela de oro blanco que ceñía su cuerpo.
El palacio de Iscandar estaba impecable, la pulcritud y el estilo militar le daban un toque poderoso y en cierto modo un tanto intimidante, dejando reflejar la fuerza de la milicia de Iscandar.
Los portales mágicos llevarían a los invitados, mediante las coordenadas indicadas en las invitaciones, directamente al palacio. Cada asiento tenía su nombre en brillantes letras doradas y estaban separados en dos grandes secciones como es usual, según si asistían de parte del Almirante o del Wurm.
Indra ya estaba listo, al menos en apariencia, pues su mente no parecía preparada para aquello. Volvió a suspirar y se quedó de pie en su habitación, mirándose al espejo. No deseaba presentarse tan pronto, tenía el carácter de una chiquilla histérica en ese tipo de cosas, así que prefería hacerse esperar y llegar al último para causar nerviosismo.