Sᴇʀᴇɴᴅɪᴘɪᴀ ༄ In their last sleep—the dead reign there alone. So shalt thou rest, and what if thou withdraw In silence from the living, and no friend Take note of thy departure?/ All that breathe/ Will share thy destiny.
Sᴇʀᴇɴᴅɪᴘɪᴀ ༄ Puedo verte tal y como eres. Como solía ser. No eres yo, nunca más. Lo que fuera que fuese, dejó de ser. Pero la esencia humana dictaba otra cosa. No más fragmentos.
Invierno, estación calma y blanca acompañada del manto blanco de la nieve que reposa encima de lo que habito en verano. Fría, sin la calidez del tan querido que ya se fue para luego volver en majestad, mientras su reino comenzaba y era el inicio del sueño largo para las criaturas que vivían en la región nórdica.
El paso del tiempo era alimento para la atmósfera cargada, de aire que se respiraba eléctrico y penetrante. Unos cantos de avecillas en la lejanía, la suave agitación de ramificaciones, de las bandadas que danzan dibujando siluetas para comunicarse. Sonidos, movimiento y sensaciones fuera de lo común en lo que resultaba un mísero instante del día. La muerte del silencio en una época que lo reza.
Era una figura nueva en el reino entre toda esa nieve comprimida a través de las casas y los negocios humildes. Era el blanco contra el cuero oscuro que barre un camino a su paso. Una forastera de rostro carente de nombre. Y como tal, hacía honor a su condición vagando por los caminos, quizá intentando dar con el camino a un hostal o un hogar generoso dispuesto a acogerla.
—Disculpe... ¿qué día es?
Preguntó, una vez advirtió a una chiquilla y, con la mayor de
Aquella pregunta hizo que volviera a la realidad, interrumpiendo su quehacer y dando atención a un desconocido que necesitaba información. Se detuvo y se viro para observar a la persona con voz desconocida, no la reconocía pero no sintió temo alguno por lo que decidió ayudar y así responder su interrogante.
Le pregunto de vuelta, aquel pueblo que parecía la imagen de una fortaleza antigua yacía en silencio y ningún aldeano se veía recorrer las calles blancas y heladas de aquel invierno.
Invierno, estación calma y blanca acompañada del manto blanco de la nieve que reposa encima de lo que habito en verano. Fría, sin la calidez del tan querido que ya se fue para luego volver en majestad, mientras su reino comenzaba y era el inicio del sueño largo para las criaturas que vivían en la región nórdica.
Estoy encadenada a un lastre en los túneles de mi mente, mientras la realidad danza en torno a mí.
Es como caer en un océano sin fin, sumergirse en un abismo sin fondo. Pero no te ahogas, no. Tampoco morirás de frío, ni de hambre. Solo te queda contemplar adónde conducen esas lóbregas aguas. En ocasiones vislumbras luces en la distancia, y no puedes acariciarlas.
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