— Lo hago cada que salgo, de hecho, te he traído un pequeño recuerdo. —
Aunque desde ahí no vería su sonrisa, el alquimista la apreciaba a gesto alegre embriagado por el olor que desprendía la suave melena que pretendió mimar unos minutos bajando hasta las puntas.
— ¿Quieres ver?, no es nada del otro mundo. Pero creí que te gustaría.
Se regodeó secretamente en lo asegurado por Edward, y ni tan secretamente; suspiró contra él para abrazarlo un poco más fuerte. El regalo tendría que esperar, pues lo aceptaría con dicha pero se tardaría en soltar al menor.
—Cuéntame qué es y lo veré en un momento —murmuró desde su espacio, seria sin sentirse seria—. Tratas de alejarme muy pronto.
Libros regados en el escritorio, tinta seca pegada a la madera y otra poca salpicada en hojas arrugadas a las que no tomó importancia en tirar, su fatiga desde horas atrás había ganado la batalla y su cuerpo descansaba contra el espacio que se había abierto a la fuerza con sus brazos. Poco solía moverse al dormir, así que suponía que no habría accidentes con lo que yacía acumulado.
En el cuarto de aquella posada tenía compañía, diferentes razones por las que decidieron hacer un pacto hasta cumplir ambos con su cometido. Y sin embargo dentro de su cansancio se olvidó de su presencia, no a propósito mas cualquier toque repentino probablemente le haría despegar de aquella silla en un salto.
Observó y observó porque otra cosa no tenía para hacer, sus ojos se quedaron implantados metafóricamente en los contrarios y sí, se abstuvo de ponerlos en blanco, pero su mente reprodujo coros de "blah blah, no viene al caso" en su mente friolenta. Inmediatamente se permitió echar una ojeada a las escrituras mencionadas allí en el escritorio por respeto al menor, pero semejante lista de tareas no la correrían a ella de su objetivo y decisión.
Aprovechó que el otro estaba recién estirado para jalarle hacia arriba y ponerlo de patitas para adelante. Sin mediación de palabras. ¿Se aprovechaba de la diferencia de altura? Completamente y sin remordimientos.
—Muy noble y todo, pero estabas con la cara sobre las hojas, sin escribir ni formular absolutamente nada. En definitiva es lo mismo que duermas ahí o en un sitio mejor, preparado para eso —un empujoncito, dos, tres. Le apretujó los hombros y lo guio, es más; lo lanzó de cara contra la cama para callarlo en caso de que quisiera habl
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